Exupery dice en el principito que cuando era niño vivía en una casa que encerraba, según una leyenda familiar, un tesoro que nadie encontró. Ese tesoro hacía especial aquella casa. Desde que llegué en 2008 esa fue mi sensación con la ciudad de México. No podía ser de otra manera. En una ciudad tan grande con tanta gente pasando diario por sus calles debía ocurrir cualquier cosa que uno se imagine. En febrero de 2014 comencé a recorrer la ciudad con mi cámara en un proyecto editorial. Fue fascinante corroborar la sospecha: la ciudad monstruo encierra miles de tesoros escondidos: un miércoles cualquiera es terreno fértil para la poesía; en cualquier barrio, incluso en los más bravos, hay un lugar único esperando a ser disfrutado un lunes y en cualquier momento hay alguien tratando de expresarse en algún local o en la calle u a gritos desde una azotea. En fin, cualquier cosa que uno se pueda imaginar.
Cuando comencé a descubrir estos secretos quedé enganchado; ahora no puedo dejar esta adicción, por lo que decidí seguir recorriendo esta ciudad con mi cámara y acompañar las imágenes, yo mismo, de palabras.
Les invito a apagar su tv escudriñar juntos la ciudad monstruo. Quién sabe a dónde nos llevará.